Hay personas mayores que mueren solas en su casa y nadie se da cuenta hasta que el casero y el banco ven que han dejado de pagar al agotar su dinero. Este fenómeno es bien conocido en Japón, donde se estudia desde los años setenta del siglo pasado y hasta tiene su propio nombre: kodokushi, o muerte solitaria. Siempre me regocijo cuando alguien a mi alrededor habla de la toxicidad de ciertos aspectos culturales de la sociedad japonesa y de que allí ocurran estas cosas. Los hikikomori, personas que deciden aislarse voluntariamente en soledad, son populares en España y la palabra se suele utilizar para insultar a la gente que juega mucho a videojuegos. Es una sociedad deshumanizada la de los japoneses, dicen.
En Culleredo, en 2017, una mujer de cincuenta y seis años fue encontrada muerta en su casa. A pesar de que su coche seguía aparcado en el garaje criando polvo, su buzón estaba desbordado de cartas y el conserje sacaba el correo para guardarlo en bolsas por si alguien lo pedía, nadie pareció alarmarse. Sus contadores de agua y luz no marcaban gasto alguno, nadie se inquietó mucho aunque los vecinos supieran, dicen, que había algo raro. La mujer había vivido con su madre y cuando esta falleció, se quedó sola. Tan sola, que se murió y se pegó siete años tiesa en casa hasta que la encontraron. Siete. La encontró la Guardia Civil después de que un vecino decidiera acudir al cuartel para averiguar lo que estaba pasando. Durante esos años, en la inmobiliaria le siguieron cobrando el alquiler puntualmente, pues un inquilino es un inquilino y que esté vivo o no es lo de menos, hasta que se le acabó el dinero en la cuenta bancaria, momento en el que se inició un procedimiento de desahucio. En Betanzos, en 2018, se descubrió el cadáver de un hombre de setenta años en su casa. La alerta saltó cuando el casero se dio cuenta de que el hombre había dejado de pagar la renta. Llevaba tres o cuatro meses muerto encima de la cama sin que nadie lo supiera. En 2019, en Madrid, una mujer de setenta y ocho años fue encontrada en su piso de Ciudad Lineal cuando llevaba unos quince años muerta sin que nadie percibiera su ausencia. El administrador de la finca aseguró a los vecinos que no pudo hacer nada porque la mujer fallecida pagaba sus recibos religiosamente. En 2023, un auténtico kodokushi japonés falleció en su casa de Fuengirola. Tenía sesenta y ocho años, fue encontrado por una limpiadora que de vez en cuando le apañaba la casa. Como la mujer llevaba tiempo sin saber de él, decidió acercarse a ver al hombre, abrió con las llaves que él le dio y se encontró un esqueleto en el interior. Llevaba alrededor de un año muerto. En el madrileño barrio de Aluche, en 2024 un hombre de cincuenta y cuatro años que vivía con su madre de ochenta y siete a la que cuidaba, falleció al caerse y golpearse la cabeza contra un mueble. La anciana, impedida, murió días después de inanición, tal vez aterrorizada.
Parece que las personas que vivimos solas somos cada vez más, aunque estemos lejos de ser la mayoría, muy lejos, de hecho. Pero la tendencia es clara, así que quizá empecemos a ver casos como los del párrafo anterior con mayor frecuencia. Si alguien fallece y nadie se da cuenta hasta que han pasado semanas, meses o incluso años, es que ese alguien estaba terriblemente solo. ¿Cómo será verse a uno mismo encaminándose sin remedio hacia la muerte de esa manera? Sin poder pedir ayuda, sin que nadie alrededor pueda avisar a los servicios sanitarios para revertir la situación. Se me ocurren pocas formas más horribles de morir. Puede que tardes horas aterradoras en irte, horas oscuras en las que el reloj inmisericorde no deja de avanzar. Incluso aunque sean minutos, el terror debe ser intenso porque en esos momentos, la soledad arrastrada durante años seguramente adquiera toda su dimensión, todo su innegable peso, cayendo de golpe sobre la persona moribunda como una apisonadora. Y después, nada, podríamos pensar, pero no es así. Te siguen cobrando el alquiler.
Reconozco que esta es una de las cosas que me da auténtico pánico. La primera vez que fui consciente de que esto era una posibilidad fue viendo un capítulo de “A dos metros bajo tierra”. Precisamente, el capítulo comienza con una mujer a la que hallan muerta en su casa después de una semana. Pero en ese capítulo, se exploraba la soledad más allá de su muerte, cuando los miembros de la familia Fisher investigan un poco a la mujer para entender cómo terminó así.
Hacen falta más políticas públicas que prevengan estas situaciones :/
Muy duro esto.